LA CONTRIBUCIÓN ADVENTISTA CON LAS ARMAS BIOLÓGICAS: EL EXPERIMENTO “WHITECOAT”
Desde 1.954 hasta 1.973 los militares norteamericanos experimentaron con 2.300 voluntarios adventistas, que también eran soldados. Fue un “acuerdo amiogable” logrado entre el Ejército de los Estados Unidos y la dirigencia adventista hecha para experimentar con “aspectos defensivos de la guerra bacteriológica”. Lugar de los experimentos: Camp Detrick en las afueras de Frederick, Maryland. Fue llamada llamada Unidad Médica del Ejército de los Estados Unidos, Fort Detrick. En 1969, el nombre fue cambiado nuevamente, esta vez a Instituto de Investigación Médica del Ejército de los Estados Unidos Para Enfermedades Infecciosas (USAMRIID, por sus siglas en inglés).
La revista adventista Spectrum informó: “En octubre de 1954, el entonces Cirujano General, George Armstrong, envió una carta a Theodore R. Flaiz, secretario del Departamento Médico de la Conferencia General, diciéndole que el Teniente Coronel W. D. Tiggertt, oficial comandante de la unidad médica de Fort Detrick, había sido invitado 'a presentar a los representantes de la Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día una solicitud de ayuda en un estudio de la mayor importancia para la salud de nuestra nación. Sólo con la ayuda de voluntarios puede obtenerse la necesaria información".
Se argumentó que la preocupación por el tema de la salud propio de los adventistas los predisponía como los mejores candidatos para tales experimentos ya que eran para controlar riesgos de salud pública que tendrían efecto importante en el avance clínico para el tratamiento de ciertas enfermedades. Se realzaba el carácter defensivo y humanitario de estos experimentos.
Un artículo en Youth´s Instructor de 1963 decía que "durante este período de adiestramiento, a los reclutas adventistas se les proporciona información concerniente a la Operación Whitecoat. Dos o tres veces cada año, el director del proyecto, el coronel Dan Crozier, de Frederick, Maryland, y el pastor J. R. Nelson, secretario de la Organización para el Servicio Militar Nacional de la Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día, viajan a Texas para entrevistar a posibles candidatos para el proyecto". “La mayoría de los que participaron eran reclutas que escogieron Whitecoat antes que ir a Corea o Vietnam", escribió John E. Keplinger, capellán (COR.) AUS. Ret. Evidentemente, fue el temor, más bien que los "ideales humanitarios", lo que retuvo a los reclutas adventistas en el Proyecto Whitecoat.
SE DICE UNA COSA Y SE HACE OTRA
La verdad es que no estaban en cuestiones humanitarias y de carácter defensivo. Estaban siendo parte de la experimentación orientada a la “guerra bacteriológica” que los Estados Unidos han usado en muchos lugares del mundo.
Tom Kopco era un adventista reclutado por el ejército en 1954. Se ofreció como voluntario para el Proyecto Whitecoat, y estaba en el primer grupo de soldados adventistas "que sirvieron en un proyecto experimental de guerra bacteriológica altamente clasificado que se llevó a cabo en Fort Dugway, Utah", según una declaración firmada por él en 1989. [25] "Sonaba como una buena manera de servir a mi país y, después de todo, el programa estaba patrocinado por la Iglesia Adventista del Séptimo Día", escribió. El proyecto era un experimento de fiebre Q ejecutado en sujetos de prueba humanos en el Campo de Pruebas de Dugway, donde el Ejército lleva a cabo pruebas de guerra química y biológica. Fue aquí adonde fueron enviados muchos de los primeros voluntarios del Proyecto Whitecoat.
Kopco y sus compañeros voluntarios fueron separados en ocho grupos de como diez soldados cada uno y transportados a sitios de pruebas situadas como a 25 millas en la salina de Utah. Se los hizo sentar en sillas situadas a diferentes niveles sobre una alta plataforma de madera. Alrededor de ellos había jaulas con ratones, monos, y conejillos de indias. Justo después de medianoche, cuando las condiciones del viento eran favorables, los oficiales se ponían máscaras antigás, y la prueba comenzaba. Un fresco rocío cargado del infeccioso virus de la fiebre Q era esparcido por grandes abanicos o dejado caer desde aviones sobre los voluntarios, según se decía. Después de quedar contagiados, los soldados eran llevados de vuelta a Fort Detrick en avión para ser sometidos a pruebas y observaciones. Algunos soldados no fueron a Dugway para ser expuestos al contagio sino que, en vez de eso, inhalaban el virus de la fiebre Q de una máscara facial en Fort Detrick.
Kopco informó haberse sentido un poco enfermo, mientras otros se sintieron "mortalmente enfermos". "Teníamos que pasar por sus habitaciones muy calladamente, porque el más ligero ruido los volvía locos", escribió. Uno de ellos era César Vega, un voluntario del Proyecto Whitecoat, de Riverside, California. Dijo que estuvo bien durante una semana después de ser contaminado en Dugway, pero que luego cayó enfermo con una fiebre terrible y perdió el conocimiento. Despertó dos días más tarde para encontrarse con que el personal médico le había cubierto de hielo en un intento por bajarle la fiebre. Estuvo enfermo durante las siguientes tres semanas. Los experimentos con la fiebre Q en Dugway se llevaron a cabo al comienzo del Proyecto Whitecoat, mientras las pruebas subsiguientes se efectuaron en el cuartel general de USAMRIID en Fort Detrick, Maryland.
"No se nos dijo que éste era un proyecto de 'guerra bacteriológica', como yo entiendo que realmente lo era", escribió Harry V. Wiant, Jr., un veterano de Whitecoat que participó en los experimentos con la fiebre Q en Dugway.
EXPERIMENTOS CON TULAREMIA
Después de los experimentos iniciales con la fiebre Q, el Proyecto Whitecoat avanzó hacia otras enfermedades exóticas como la fiebre amarilla, el ántrax, y la tularemia, todas potencialmente fatales. Lester Bartholomew era un joven adventista de 20 años cuando fue reclutado a mediados de la década de 1960. Le contó a The WINDS que se ofreció como voluntario para el Proyecto Whitecoat mientras estaba en adiestramiento básico en Fort Sam Houston. Después de ser transferido a la unidad de Whitecoat en Fort Detrick, participó en tres proyectos en los cuales fue contagiado con tularemia, peste negra, y fiebre de conejos [sic]. Durante el primer proyecto, se contagió respirando de una máscara facial. Las siguientes dos infecciones le fueron administradas en inyecciones.
Bartholomew dijo que enfermó gravemente, con fiebre de 106 grados en cierto punto. El personal médico le cubría de hielo y le tomaba muestras de sangre con frecuencia. Bartholomew fue hospitalizado y se recuperó, pero experimentaba fiebre recurrente y fatiga después de haber sido dado de alta.
Thomas Ford es otro veterano de Whitecoat que fue infectado con tularemia. Él también se recuperó después de ser hospitalizado, pero después de ser dado de alta, experimentó una recaída de "fiebre alta, escalofríos, y malestar", así como "latidos rápidos crónicos".
MIENTRAS LA IGLESIA COLABORABA CON EL EXPERIMENTO MÉDICOS COMUNES Y CORRIENTES SE NEGARON A PARTIPAR POR CUESTIONES ÉTICAS
Sin embargo, algunos médicos del ejército tenían aparentemente más escrúpulos que la Iglesia Adventista del Séptimo Día en cuanto a las posibles implicaciones de la "experimentación médica". Esto llevó al Cor. Tigertt, comandante de USAMRIID, a criticar, en un artículo publicado en Military Medicine ese mismo año, a los médicos que se negaron a participar en el programa a causa de las implicaciones morales. Tigertt escribió:
Lo que sorprende es que muchos médicos han rehusado tener algo que ver con el problema [de la investigación]. Explican su apatía diciendo que la ética prohibe su participación en cualquier esfuerzo cuyos derivados puedan ser usados para causar sufrimiento o la pérdida de la vida... Tales actitudes, ya sean plenamente desarrolladas o no, no pueden ser ignoradas porque estorban seriamente los esfuerzos para echar a andar las investigaciones apropiadas.
Esta aparente "apatía" a la que se refiere Tigertt era causada por el juramento hipocrático, que dice:
Usaré tratamientos para ayudar a los enfermos según mi capacidad y mi juicio, pero nunca con el propósito de hacer daño y cometer mal. Tampoco administraré veneno a nadie cuando se me pida hacerlo, ni sugeriré tal curso de acción. (El subrayado es nuestro).
Quizás el Código de Ética en Tiempo de Guerra de la Asociación Médica Mundial apagó el entusiasmo investigativo diciendo: "Se considera no ético que los médicos debiliten la fortaleza física y mental de un ser humano sin justificación terapéutica, y que empleen el conocimiento científico para poner en peligro la salud o destruir la vida". [31] (El subrayado es nuestro).
¿Era éste el mismo Cor. Tigertt, que estaba tan ansioso de subvertir el juramento de "no causar daño", el que entusiasmó y convenció a los adventistas ofreciéndoles la oportunidad de participar "en un estudio de la mayor importancia para la salud de nuestra nación"? Lo era, y, sin embargo, la capa superficial "humanitaria" es tan delgada que los colmillos de este programa sobresalen casi en cada punto.
EL PROYECTO “WHITECOAT” ERA PARA LA GUERRA OFENSIVA
El Ejército de los Estados Unidos aprendió bien en la Primera Guerra Mundial, una guerra que produjo más de un millón de bajas sólo por medio de armas gaseosas, que cualquier cambio imprevisto en el viento trae el agente de vuelta a sus propios hombres. Con la guerra biológica sucede lo mismo. La oficialidad de un ejército sería criminalmente negligente al usar un agente biológico en cualquier parte cerca de su propio personal, a menos que estuvieran logísticamente en su lugar contramedidas biológicas, como vacunas. Disparar armas químicas y biológicas sin estas medidas sería lo mismo que dispararse uno mismo en el pie, excepto que a una escala mucho mayor y mucho más mortal.
El valor de las medidas "defensivas", como las vacunas, para una ofensiva de guerra química y biológica fue subrayado por el microbiólogo Ivan Malek, que dijo: "En caso de un deliberado ataque microbiológico, es posible preparar al propio personal, por ejemplo, vacunándolo contra microorganismos seleccionados, de manera que no queden seriamente expuestos al peligro cuando entren al área infectada". [33] En otras palabras, antes de lanzarle ántrax al enemigo, nuestros soldados deberían ser inoculados con vacunas que pueden haber sido probadas en voluntarios del Proyecto Whitecoat en USAMRIID.
Martin Turner confirmó esto con el comandante del Proyecto Whitecoat, el Cor. Crozier, que admitió el papel integral que USAMRIID jugó en la misión de guerra química y biológica. Escribió Turner:
La unidad médica poporciona al laboratorio de investigación ofensiva vacunas desarrolladas por medio de experimentos sobre voluntarios de Whitecoat. El coronel Crozier reconoció que estas vacunas son indispensables para el trabajo de los investigadores en el área ofensiva, y que tendrían que desarrollar las vacunas ellos mismos si no lo hacía el servicio médico. No veía ningún problema ético, sin embargo, y explicó que "estamos comprometidos solamente en el estudio de enfermedades infecciosas, y no podemos remediar qué uso puedan hacer otros de nuestro trabajo". (El subrayado es nuestro). La línea borrosa que separa los lados aparentemente "ofensivos" y "defensivos" de la guerra bacteriológica casi desaparece, dejando que los observadores casuales lleguen a la conclusión de que son uno y el mismo. Esta fue la conclusión del Dr. Malek, que dijo:
Uno de los rasgos característicos de las armas biológicas es que es difícil distinguir una obra efectuada para fines puramente defensivos de la que es principalmente ofensiva ... Esta es la razón de que los establecimientos militares que trabajan en el desarrollo de estas armas lo hagan mayormente bajo la etiqueta de defensa.
Turner también citó a Elinor Langer, el experto en guerra química y biológica, que dijo:
Con pocas excepciones, como el desarrollo de equipo de detección y protección, poco de la investigación sobre guerra química y biológica puede describirse con precisión como defensivo... A causa de la naturaleza de las armas químicas y biológicas, la investigación aun de áreas aparentemente 'puras', como el desarrollo de vacunas, tiene por lo menos implicaciones iguales tanto para el uso ofensivo como para el defensivo.
Quizás la evidencia más clara que apunta a la verdadera misión del Proyecto Whitecoat puede encontrarse en un manual del ejército sobre guerra química y biológica, que dice claramente que "la defensa química y biológica es un prerrequisito de la capacidad de ataque". Mientras investigaba para un artículo destinado a Spectrum, Turner entrevistó al congresista Richard McCarthy, que a finales de la década de 1960 se opuso a la guerra química y biológica. Turner escribió acerca de McCarthy:
Durante una conferencia sobre guerra química y biológica en diciembre [de 1969], Turner dijo que su invetigación lo había convencido de que el Proyecto Whitecoat estaba siendo usado para propósitos ofensivos, antes que defensivos. "En su concepto esencial, todo el énfasis era disuasivo, ofensivo, y de que nosotros amenazamos con usar una enfermedad contra alguien más si ellos la usan contra nosotros. Ahora, lo que ellos han hecho de naturaleza defensiva es mínimo, y hasta ellos mismos lo admiten. No tenemos ninguna medida para inocular al pueblo norteamericano contra esta clase de guerra bacteriológica ... Lo que yo sé [del Proyecto Whitecoat], y fundamento esto en las afirmaciones de personas muy responsables, es que es ofensivo, no defensivo, y que los Adventistas del Séptimo Día están siendo engañados".
Una conciencia que es tan sensible a los peligros del café y los anillos de matrimonio, pero no se preocupa por las implicaciones morales de la participación en la investigación de la guerra biológica, y de la guerra misma, debe parecer paradójica a mucha gente pensante. [Luego Turner cita al Dr. Malek:]
Los guardianes de la Iglesia Adventista ... están satisfechos con una moralidad de forma sin sustancia, en la cual las artes de la enfermedad pueden ser presentadas como las artes de la curación, y en la cual la guerra bacteriológica puede ser abrazada en piadosa obediencia al mandato divino contra la muerte.
CVONCLUSIÓN
Los datos presentados en esta investigación provienen de archivos clasificados de proyectos realizados posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Muestran que la Iglesia, los dirigentes de la Iglesia, engañaron a sus miembros haciéndolos participar en experimentos biológicos que disfrazaron de humanitarios y beneficiosos para la salud pública cuando en realidad eran parte de la guerra bacteriológica ofensiva que los Estados Unidos han llevado en muchos países del mundo. ¿Por qué lo hicieron? La Iglesia siempre ha predicado y llevado en alto el mensaje de la salud, promoviendo no consumir tabaco, café, carne y promoviendo una dieta vegetariana. Por otro lado, predican que el gobierno los va a perseguir con leyes en contra de su observancia del Sábado.
Se entiende su interés por facilitar “voluntarios” al gobierno en sus proyectos de investigación como un intento de “sobarle el hombro”, de llevarse bien, de ganar confianza. ¿Cómo puede una iglesia cristiana que hace un énfasis tan grande sobre la salud, que anticipa una amenaza de parte del gobierno, encontrarse a la vanguardia de un programa de investigación sobre la guerra bacteriológica en sociedad con el gobierno? Es un asunto de física hipocresía.
¿A QUÉ GUERRA BIOLÓGICA SE REFIEREN?
Estados Unidos ha atacado con sus armas químicas en muchas ocasiones, como las siguientes:
- En la década del 40 se inyectó plutonio a pacientes de hospitales, se hizo ingerir radioisótopos a los escolares y mujeres embarazadas bebieron hierro radiactivo.
- Desde fines de los ‘40 hasta los ‘50, estadounidenses, canadienses y británicos rociaron bacterias en Las Bahamas.
- En los ’50, las tropas fueron sometidas a la radiación de las pruebas nucleares en la atmósfera, para conocer sus efectos en la infantería.
- En 1950, las FF.AA. bombardearon San Francisco, Key West -Florida- y Ciudad de Panamá con bacterias serratia marcescens, sin advertir a la población.
- En 1952/53 dispersaron nubes de partículas sintetizadas de sulfuro de zinc-cadmio sobre los alumnos de la escuela Clinton de Minneapolis (Minnesota); Saint Louis, el Fuerte Wayne, el Valle del Monocacy (Maryland), Leesburg (Virginia), otros estados del centro y Winnipeg (Canadá), "para ver cuánto se dispersarían".
- En 1965, agentes del Ejército soltaron el bacilo globigii en el aeropuerto nacional de Washington y en la terminal de autobuses Greyhound.
- En 1966, difundieron bacterias sustilus varilus en la estación Broadway, Nueva York.
- 73 menores indefensos de una escuela de Massachusetts ingirieron isótopos radiactivos en la avena del desayuno, una mujer de Nueva York fue inyectada con plutonio por los médicos del Proyecto Manhattan -la bomba atómica- que le atendían un desorden pituitario, mientras 829 embarazadas bebieron "cócteles vitamínicos" en una clínica de Tennessee, pero en realidad contenían hierro radiactivo.
- En 1977, las audiencias del Comité de Inteligencia del Senado sacaron a la luz que entre 1949 y 1969 se realizaron 239 pruebas secretas de agentes biológicos aéreos, 80 con bacterias vivas. Las FF.AA. afirmaron que sus bacterias tampoco eran nocivas, pero en varios casos se comprobó lo contrario. En 1994, un experto en guerra biológica declaró que por 20 años el Ejército soltó nubes de microbios "simulados" y agentes químicos en cientos de zonas pobladas, causando enfermedad y muerte en humanos y animales.
Las audiencias revelaron que la CIA hizo experimentos secretos (1956-1961) de control mental con el programa MK-Ultra en numerosas ciudades. Sus agentes introducían alucinógenos -LSD y mescalina- en las bebidas sin que los "conejillos" se percataran y se quedaban a "observar". Muchos "sujetos" se enfermaron y dos murieron.
- Entre 1944 y 1974, el ministerio de Defensa (Pentágono) y la Comisión de Energía Atómica estudiaron en miles de personas los efectos nocivos dle material radiactivo e inyecciones de plutonio. Un comité del gobierno informó en 1965 que se realizaron 4.000 experimentos en docenas de hospitales, universidades y bases militares, por lo general sin permiso ni conocimiento de los "conejillos".
- Los ataques con ántrax perpetrados en EE.UU. en 2002 utilizaron cepas Ames, desarrolladas en laboratorios de Iowa y utilizadas por el Ejército en los ‘60 para fabricar armas virulentas. Los experimentos con el ébola se desarrollaron en el Instituto de Investigación de Enfermedades Infecciosas del Ejército en Fort Detrick (Maryland).
- Entre 1942 y 1945, los Servicios de Guerra Química experimentaron el gas mostaza en unos 4.000 militares y en centenares de Adventistas del Séptimo Día que eligieron prestarse como conejillos de india en lugar de servir en el Ejército. El registro de las experimentaciones humanas en EE.UU. podría albergarse en una gran biblioteca.
- El servicio de Salud Pública decidió actuar contra el pelagra -una deficiencia de niacina- recién en 1935, después de observar impasible durante 20 años los estragos mortales del mal en la población negra azotada por la pobreza. En 1940, 400 presos de Chicago fueron infectados con malaria, para probar los efectos de nuevas drogas contra esa enfermedad.
- El mismo servicio experimentó en los años 30 la sífilis Tuskegee en 200 hombres de la comunidad negra de Macon County, Alabama. Y una vez que comenzó la producción industrial de penicilina tampoco los curó. El SIDA, que apareció en los ’80 entre la población negra de Haití y en algunos países africanos, bien puede ser otro artilugio del arsenal biológico estadounidense. Todo es posible para los líderes de ese gran país.
NOTA: He copiado gran parte de la información del sitio web El "Proyecto Whitecoat": La Contribuicuón Adventista a la Guerra Biológica.