¿USTED NO SABE QUIÉN SOY YO? La historia de la casa de piques israelita
Se cuenta en una de las tantas macabras narraciones del antiguo testamento que un levita tenía una concubina. Por concubina entendemos su compañera de aventuras sexuales más o menos, porque el texto no dice que era su esposa. Por levita entendemos un servidor del santuario de Jehová, un descendiente de Leví, de los que mataron a los adoradores del becerro de oro a cuchillo.
Se dice que a la concubina la forzaron a tener relaciones sexuales, la violaron repetidas veces y luego la mataron. Al llegar su marido se indignó en gran manera, al punto de cortar a la mujer en doce pedazos y enviar uno a cada tribu de Israel para confederarlos a una batalla contra la tribu ofensora, que era de los benjaminitas. “Cuando llegó a su casa, tomó un cuchillo, y sujetando firmemente a su concubina, la desmembró en doce pedazos y los envió por todo el territorio de Israel” (Jueces 19:29).
En primer lugar, si iba a luchar contra los benjaminitas que eran una tribu de Israel, ¿por qué cortó 12 pedazos y no 11? Bueno, que sobre las tribus de Israel también hay confusión porque el listado de ellas es diferente en varias partes del A.T. Pero sigamos con el relato.
“Entonces todos los hijos de Israel salieron, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, y la asamblea acudió como un solo hombre a Jehovah en Mizpa. Los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, estaban presentes en la reunión del pueblo de Dios, 400.000 hombres de Infantería que sacaban espada.” (Jueces 20:1,2). Los israelitas envían delegados a la tribu de Benjamín pidiendo que fueran entregados quienes cometieron tal vileza pero la respuesta es negativa y en vez de entregarlos, se arman para responder ante la amenaza existente.
“Luego se levantaron los hijos de Israel, subieron a Betel y consultaron a Dios diciendo: ¿Quién subirá primero por nosotros a la batalla contra los hijos de Benjamín? Y Jehovah respondió: Judá subirá primero.” (Jueces 20:18). A pesar de contar con la aprobación divina para la guerra y con su misma orientación en el campo de batalla, regresan derrotados, con 22.000 muertos. “Los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehovah hasta el atardecer, y consultaron a Jehovah diciendo: ¿Volveremos a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos? Y Jehovah les respondió: subid contra ellos.” (Jueces 20:23). Por segunda vez vuelven derrotados y esta vez los muertos son 18.000.
“Los hijos de Israel consultaron a Jehovah. (El arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días; y Fineas hijo de Eleazar, hijo de Aarón, servía delante de ella en aquellos días.) Ellos preguntaron: ¿Volveremos a salir a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos, o desistiremos? Y Jehovah respondió: Subid, porque mañana yo los entregaré en vuestra mano.” (Jueces 20:27,28). Esta vez mueren 25.000 benjaminitas. Notemos que en cada parte de guerra se cuentan solo las bajas de los que pierden pero esto no quiere decir que los vencedores no hayan tenido bajas. Se cuenta que fueron incendiadas las casas de los benjaminitas y matado todo lo que encontraron en el camino, refiriéndose textualmente tanto a hombres como animales.
Razonando se dan cuenta que si acaban con todos dejarán de haber doce tribus en Israel y entonces decidieron proteger a 600 hombres que se refugiaron en el desierto. Pero se presenta una complicación que les abrió la puerta para resolver dos problemas en uno. Se había hecho un juramento, que quien no subiera a la congregación de los israelitas contra los benjaminitas moriría irremisiblemente, así que descubrieron una familia que no había ido a la convocatoria contra Benjamín. Estos eran los de la familia de Jabes, de Galaad, y fueron enviados 12,000 hombres a matarlos por faltar a la sangrienta cita. Debían matar a hombres, mujeres que ya hubieran tenido relaciones sexuales, y “a los niños”(Jueces 21:10).
Así que la narración termina con la entrega de 400 vírgenes a los 600 sobrevivientes con la promesa de no matarlos, dándoles la instrucción de tener mucho sexo con ellas para que la tribu de Benjamín no desapareciera de Israel.
ANÁLISIS DE LO DESCRITO EN JUECES 20 y 21
La narración es una de las más espeluznantes del Antiguo Testamento y de la Biblia. Si sumamos los muertos, aclarando que en las tres batallas que se dieron solo se da parte de las bajas de quienes perdían esa batalla, murieron 40.000 israelitas y 25.000 benjaminitas, además de los de la familia de Jabes, de Galaad y de los que ganaron las batallas, podríamos rondar los 100.000 muertos.
¿Cuál fue el origen de esa venganza? La violación y muerte de la concubina del levita por parte de algunos de la tribu de Benjamín. A simple cálculo se nota la desproporción en la venganza y nos damos cuenta de ciertos elementos reiterativos y preocupantes en la Biblia, como es la justificación de las matanzas, el hacerlas en nombre de Dios, el matar “todo lo que se atraviese”, llámese, hombres, mujeres, viejos y jóvenes, niños y animales. Toda una matanza de inocentes justificada en nombre de una causa en la que Dios les dice, “Vayan, que los voy a entregar en sus manos”.
Lo primero que me viene en mente es el por qué Dios no reclamó por la desmembración de la concubina. Debemos recordar que en aquellos tiempos patriarcales (tiempos que muchos dirigentes religiosos hoy quisieran que se volvieran eternos), la mujer era una cosa propiedad del hombre, un ente sin opinión. En el mandamiento del Sinaí se contaba entre las cosas del hombre, al lado de los muebles del prójimo y de sus bueyes.
Las más duras leyes se aplicaban a sus comportamientos e incluso a sus etapas de vida como mujer. Menstruar o tener hijos la hacía inmunda e indigna de ir a la congregación, si la hija era mujer era el doble de días que duraba su inmundicia al caso contrario, es decir, si tenía hijos varones; si violaba y no gritaba la mataban, si adulteraba también, podía ser vendida como esclava pero con menos derechos que los esclavos hombres. Todo este cuadro es bueno tenerlo en cuenta para entender por qué el Dios que concibieron los judíos no hizo ningún reclamo por el hecho de haber desmembrado el levita a su concubina. La pregunta es… ¿y qué si en un simple ejercicio de la imaginación la mujer hubiera sido la funcionaria del santuario y hubiera desmembrado a su marido para convocar a una guerra a las demás tribus de Israel? ¿Qué hubiera dicho Jehovah a la mujer por haberle cortado en pedazos a la corona de su creación?
Por otro lado, se reafirma el concepto del Jehovah celoso que todo lo arregla con la muerte de inocentes. Textos como el de que “cada quien pagará por su pecado” son contradichos por otros textos como el de que maldecirá hasta la tercera y cuarta generación de los que le aborrecen, con hijos pagando por la culpa de sus padres. Aquí está la narración de Jueces 20 y 21 con una matanza de mujeres y niños, sí, niños, que nada tenían que ver con los hechos ocurridos que habían sido una afrenta para Dios y sus normas.
Por último, esta narración tiene el objetivo de sembrar terror acerca de lo santo de los escogidos de dios. Que el levita por ser servidor del templo era un ungido, un escogido y que nadie debía meterse con él. Es un antiguo ¿no sabe quién soy yo? Ja, ni más ni menos, que un levita, ¡mire a ver con quién se metió!
El que esta narración este allí en la Biblia no quiere decir que sea histórica, que haya ocurrido o que haya tenido tales magnitudes. Ya he hablado en otras ocasiones acerca de la sublimación de lo judío, la demasiada importancia que se da a sus escritos como si fueran históricos e irrefutables. La verdad es que en narraciones como el éxodo se ve la desproporción de los números, y más de un millón de personas andan 40 años por el desierto y no dejan rastro de nada, y ningún otro pueblo o cultura da testimonio de ese hecho. Los investigadores serios dicen que pequeños grupos de israelitas pudieron salir de Egipto, cosa de 100 o 150 personas pero nunca de la cantidad que ellos mencionan. Ya comenté en otra ocasión que si hubiesen jugado un partido de fútbol con un equipito provincial y hubieran ganado 1-0, en los registros escritos intentarían demostrarnos que le ganaron al Barcelona o al Real Madrid 18-0.
Igual sucede aquí. No creo en esas cifras afortunadamente y si hubo alguna guerra entre ellos mismos por causa del abuso y muerte de la concubina de un levita, a lo mejor no murieron más de 40 personas. Pero es solo una suposición, la verdad es que no creo en la objetividad ni el valor histórico de semejantes escritos. Lo que si deploro y condeno es el espíritu sangriento, asesino, vengativo y lleno de lascivia de dichos textos, que muestran un Dios celoso, arbitrario, en nada amoroso, ni misericordioso. Y los cristianos cuando evangelizan no hablan de estos textos ni los comparan con los amorosos textos en los que Dios ama tanto al mundo que envía a su hijo a “salvarlos de sus pecados”. Los textos amorosos hablan de un Dios amoroso pero los sangrientos los dejan sin sacar conclusión. Debían avergonzarse de semejantes escritos en los que se justifica la muerte de inocentes en nombre de un Dios de amor.